Decidí viajar a Europa por primera vez en medio de la pandemia. Esta situación hizo que fuera aún más emocionante abandonar la rutina habitual y empezar a imaginar cómo sería vivir esta experiencia única. Desde las cosas más simples y cotidianas hasta adentrarme en una cultura completamente nueva, lejos de casa.
En Londres me reuniría con mi pareja en ese momento. Ya habían pasado varios meses desde la última vez que nos vimos debido a las restricciones de viaje y los encierros.
Llegué de noche y en el aeropuerto me enfrenté a varias preguntas por parte de los oficiales de aduana. Después de un tiempo, me permitieron pasar sin mayores problemas. Hannah me dio la bienvenida y durante unos días nos hospedamos en un AirB&B en Londres, donde el jet lag se hizo presente a partir del segundo día; por fortuna, fue breve.
Exploramos varios lugares en el centro de Londres a pie y pude ver los puntos icónicos para patinar que había visto en videos. Aunque ya no practico el skate, siempre ha sido una parte presente en mi vida, incluso en mi fotografía.
Durante los encierros, experimenté varias etapas con diferentes niveles de restricciones. A pesar de ello, se nos alentaba a caminar en espacios abiertos, lo que brindaba cierta flexibilidad. Esta fase me enseñó a valorar cada momento y a reconocer lo frágil y cambiante que puede ser la vida. Decidí apostar por probar nuevas cosas, explorar lugares y vivir en el presente.
Recorrí la ciudad en bicicleta, incluso repartiendo comida en ocasiones. Mi cámara Olympus XA me acompañó en este viaje, permitiéndome capturar escenas de la ciudad. Exploré diversas zonas, adaptándome al cambio de sentido de sus calles, y disfrutando de rutas aleatorias y emocionantes.
Experimenté mi primera nevada, algo poco común en México y un sueño para mí. Fue un momento mágico que siempre asocié con imágenes de películas. Salí a la calle y capturé la transformación de la ciudad en blanco. Aunque la nieve eventualmente se convirtió en lodo, la experiencia fue inolvidable y capturé fotos que adoro. Este fenómeno es raro en Londres, y estar allí en ese instante fue verdaderamente maravilloso.
Apreciar una ciudad tan grande completamente vacía y desolada era impresionante. A veces, salía a rodar en mi bicicleta de noche y apenas así lograba contemplar la magnitud de esta urbe donde todo pasa muy rápido. Pero verla completamente desolada, con un movimiento casi nulo alrededor, era desconcertante.
Podías escuchar solo el ruido de algunas construcciones a lo lejos, pasos de las pocas personas o policías alrededor.
Esto me hizo cuestionarme pero al mismo tiempo sentirme afortunado de experimentarlo, de haberme arriesgado en tiempos complicados de una pandemia a perseguir mis sueños, a seguir recorriendo, a no bajar la cabeza frente a ninguna situación y enfrentarla, me hizo entender parte de los ciclos, cómo todo puede ser y no ser en un instante.