En la ciénega de Sisal, el agua no pasa de los 30-50cm. Son las 6pm, y está lloviendo, pero Javier parece indiferente a ello. Como cualquier otro día, se adentra en búsqueda de esa peculiar mancha rosa a lo lejos, prometiéndonos un espectáculo digno de la naturaleza. “Los flamencos no comen dónde duermen ni duermen donde comen”, nos dice Javier. Y así, escondidos detrás de un arbusto un tanto pelón para evitar irrumpir fuimos testigos de algo indescriptible. Como olas, una tras otra, sobrevolando la ciénega, cientos de flamencos se hacían camino –por encima de nuestras cabezas– como pintando el cielo de un rosa que se hacía cada vez más intenso, alistándose para recibir la noche.
“Los flamencos no comen dónde duermen ni duermen donde comen”, nos dice Javier.
Como olas, una tras otra, sobrevolando la ciénega, cientos de flamencos se hacían camino – por encima de nuestras cabezas – como pintando el cielo…